Las minutos caen como las gotas de lluvia sobre el pelo ya mojado. Resbala y se derrama, inerte, a sus pies, por sus brazos, bajo sus ojos grises que no ven más allá, sino más adentro. Dónde estás.
No quieras abrir los ojos, pues lo que hay tras los párpados es tan vasto que da miedo, mucho miedo. No puedes cogerlo con los brazos, no puedes palparlo con los dedos.
Es el inútil deseo de lo imposible, y la negación constante. Tan lejos quedan los sentimientos que apenas son un murmullo molesto tras la oreja.